5 de septiembre de 2011

Desde el alma.

Ese día se despertó nervioso, el sobresalto lo atrapó nada más abrir los ojos y es que como él ya sabía, aún dormido, el día que se venía no era un día cualquiera, era el día con el que había soñado toda su vida.

Nadie sabe, ni él sabía, las veces que había soñado con que el día que estaba viviendo se hiciese realidad y mucho menos tan cerca, mejor dicho, tan y tan cerca... Pero había llegado y él, costase lo que costase, iba a estar presente cuando todo se produjese. Se levantó, miró la ventana y se puso a elegir lo ropa que iba a ponerse... No lo tuvo difícil. No tenía más que lo de ayer y ante ayer, pero aquel día merecía al menos el trato distinto, que tapase la cruda realidad que teñía de negro las sonrisas de un país que necesitaba que el sol de su bandera brillara de verdad. Se había propuesto ser feliz, ese día si, ese día era suyo.

El día pasó bajo una capa de uñas mordidas y gotas de sudor, que parecían decirle que se andase ligero, que iba a llegar tarde, que sus ahorros habían desaparecido por algún motivo, que porque la vida era así, que porque... Porque siempre había tenido tanta mala suerte... Quería disfrutarlo y la hora de salir de casa, con el estómago vacío había llegado.

Salió de su humilde barrio de Barracas camino de la cancha de River, en su inmensidad había invertido media vida en monedas y la otra media en ilusión. su vida era hoy. Soñaba con el 11 de su combinado, no creía en la mala suerte, el la conocía mejor que nadie y no la veía por ningún sitio. Con los problemas habituales que tenía para moverse con naturalidad, ando entre la marabunta albiceleste hasta entrar en la cancha. Olía a gloria, a vida... A fútbol.

Aquel 25 de Junio de 1978 acababa de parir la Final de la Copa del Mundo. Argentina y Países Bajos peleaban por alzar el mayor éxito que su países nunca imaginaron. El hambre de pan, se convirtió en hambre de gol y las desapariciones de los pobres argentinos a manos de los militares, se convirtieron en apariciones por el área de un matador al que todos llamaban Mario, Mario Alberto, mejor dicho.

Desde el paraavalanchas alentó a su país, en el día más importante de su vida y con el alma rota, como su garganta, no solo por su vida, sino por la de un país que se moría a manos de una dictadura que sembraba de negro todo lo que pasaba bajo ella. Pero el seguía alentando aún cuando el partido acabó en sus 90 minutos con un empate a 1. 

Ellos eran mejores, pensaba, pero nosotros tenemos algo que ellos no tienen, un país que se muere de ganas y hambre y contra el pueblo y el corazón no existen enemigos.

Víctor Nicolás, que así se llamaba, estaba en primera fila cuando Daniel Bertoni, en el minuto 116' de partido hizo el definitivo 3-1 que le daba a Argentina su primera Copa del Mundo. La explosión fue inenarrable. Cuando el colegiado italiano Sergio Gonella pitó el final... Su vida pasó ante sus ojos y jugándose la vida, saltó... Él iba a celebrarlo... Sabía que en los tiempos que corrían los militares acabarían con él de darla caza... Pero era su día, se vida se llamaba ahora y saltó.

Corrió como nunca lo había hecho antes para unirse a sus héroes, sus hermanos, los campeones, los argentinos...


Llegó a la altura del "Pato" Fillol y el "Conejo" Tarantini que se fundían en un abrazo que los hacía uno y él, se detuvo a escasos dos pasos... No tenía brazos. No los pudo abrazar... Un accidente de pequeño en San Francisco lo había dejado sin brazos para siempre... Pero el alma, su alma, explotó y brotó de su pecho y del de toda la Argentina, para elevar esos brazos vacíos de su jersey, hasta acercarse a sus ídolos, dejando para la historia una imagen inolvidable... 

Había ocurrido, su vida tenía sentido, todo lo que había sufrido... Tuvo una recompensa. Era su día, era el día de Argentina.

ESTA HISTORIA SE LA QUIERO DEDICAR A MI GRAN AMIGO JOSÉ ANTONIO, PARA QUE CON EL ALMA, SIENTA ESTE ABRAZO ETERNO. TE QUIERO.


Jesús Verdugo
@_Gambeta     Twitter.com

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