2 de octubre de 2012

El dos.

En la historia del fútbol siempre han existido héroes, jugadores a los cuales la afición ha llevado en volandas hasta la cima de la profesión, gracias a una jugada, un taco, un gol o un gesto, haciendo de su mundanal vida un recuerdo imborrable e incluso un icono. 

Sin embargo hay otros jugadores, de menos brillo en el trato con la redonda, con menos flequillo, paladar o agente, que simplemente consiguen ganarlo todo porque sus compañeros de equipo son la cream de la cream de la actualidad, heredando ellos los logros y recibiendo la oscuridad como recompensa a una larga trayectoria.

Del grupo primero conocemos muchos, alguna mano de Dios, alguna lambretta, alguna frase audaz sobre algún escarceo, el gol de aquella final... Pero del segundo casi nunca nos acordamos, pero sin ellos tampoco hubiese sido posible celebrar aquello que nos hizo ser el hincha más feliz del planeta.

No hace muchos meses yo fui ese hincha, grité, lloré, me abracé y empujé, bebí, canté... Mi selección volvió a ganar un trofeo internacional con un elenco antológico, liderado por un chico de tez clara de un pueblecito de Albacete y un portero de Móstoles que tiene alas. Pero entre todos ellos también estaba Álvaro Arbeloa.


Fue titular todo el campeonato y también criticado un día tras otro.

Dios no le ha dado ni la cabeza de Meroni, ni el tobillo de Gordillo ni la boca de Best, pero le ha dado tesón y entrega. En un equipo que ha pasado ya a la historia como la selección más exitosa y a su vez la que mejor fútbol ha desplegado parece poco mérito eso de ser un trabajador, pero para el Marqués del bigote ha sido un fijo y ese de esto algo sabe.

Las mofas hacia su fútbol han sido numerosas, yo personalmente reconozco haberme exaltado con algún control que mejoraría el propio Chendo, pero lo que es innegable es que lo da todo y para colmo... Gana. Su campeonato no pareció nada bueno, pero puestos a repasar datos se da uno cuenta de que enfrentando a jugadores como Ribéry, Ronaldo, Cassano... No salió nada mal parado, más bien lo contrario.

El ejemplo más claro de un jugador de ese estilo lo tenemos en el bueno de Joan Capdevila, campeón de todo con España, también con carencias ofensivas de magnitud, pero sin embargo este no parece vivir dormido y si parece vivir cuando la gente duerme, eso gusta, nos hace reir.

Rompo con este texto una lanza a favor del jugador de equipo, el que trabaja en la sombra para que el equipo consiga sus objetivos, aunque le linchen sigue siendo el primero en el trabajo y ejemplo para los demás. No es una carta a favor de Arbeloa, que podría serlo, es un grito de apoyo al jugador modesto que con esfuerzo y entrega puede ver reconocido su esfuerzo.

Queda claro que al fútbol se juega con el balón, pero se necesita corazón y esos corazones nacen en campos de tierra.


Jesús Verdugo // @_Gambeta